viernes, 18 de febrero de 2011

El futuro os espera (dedicado a mis compañeros del Curso de Consultoría)

Dicen que incluso del peor escenario posible, de la peor situación, se puede sacar una lectura positiva. Yo, optimista hasta las últimas consecuencias, estoy de acuerdo. Y el post de hoy es un claro ejemplo de ello. Con 43 años, una vida profesional plena y una dedicación absoluta al trabajo, un buen día me encuentro en la calle. Con la que está cayendo.
Pasan los meses y no hay cambios pero, un buen día, me comunican que he sido aceptado en un curso de los cinco que pedí el día que me inscribí en el INEM. Así que, durante dos meses, me veo en un grupo con otros tantos jóvenes de distintas edades en la misma situación que yo. Y esa es mi lectura positiva de la pésima situación que, sobre todo hoy en día, es estar sin trabajo: un curso que ha sido un soplo de aire fresco.

Porque en este curso he tenido el auténtico privilegio de formar parte de un grupo humano simplemente increíble. Los primeros días, lógico, fueron un tanto “distantes”, manteniendo las distancias, pero a medida que pasaban los días y nos conocíamos más y mas iba creándose una complicidad, un compañerismo y una amistad que, espero, podamos y sepamos mantener una vez termine, hoy mismo, el curso. Desde hace mucho no somos compañeros, sino amigos. Y espero que para siempre.
La verdad es que, aún, me cuesta entender que gente tan preparada como los que formamos este grupo podamos estar sin trabajo. Durante estos dos meses hemos formado un ecosistema de lo que la sociedad española necesita, de lo que tendría que estar, día a día, creando riqueza para el país. Durante dos meses hemos compartido temario, proyecto y, también, risas, un ingeniero de telecomunicaciones, tres economistas o empresariales, una directora de recursos humanos, una licenciada en geografía experta en fotografía, un diplomado en estadística, una consultora, dos periodistas y una licenciada en Medio Ambiente. Todos magníficamente preparados y, la mayoría, con experiencia de años e incluso décadas, algo de incalculable valor pero que, por desgracia, parece que cada vez se valora menos.
Mención especial merece nuestra querida Arancha,” Mafalda”, un orgullo para todos nosotros que, a las pocas semanas encontró trabajo y, desde entonces, está lidiando entre barro, andamios y cemento con su obra, como buena ingeniera que es. Y lo mejor de todo, muestra de la unión que se ha creado entre nosotros, es que seguimos manteniendo el contacto con ella. Y así seguiremos.
Acaba el curso y nuestras vidas se separan. A partir de hoy, a todos se nos hará raro no tener que reunirnos por las tardes para trabajar en nuestros proyectos y adentrarnos un poco más en el bonito mundo de la Consultoría y la gestión de proyectos (gracias, Emilia, por lo que nos has enseñado). Sólo espero que sigamos manteniendo el contacto, aunque sea a través del "feisbu" (lo que nos hemos reído, señor), y que de vez en cuando quedemos a tomar algo, recordemos esas anécdotas (que tenemos unas cuantas), y echemos unas risas como los buenos amigos que somos. Sin olvidar a lo que nos hemos comprometido: quedar siempre que alguno del grupo encuentre trabajo para celebrarlo como se merece.
Durante el curso todos nos hemos apoyado, nos hemos ayudado, nunca hemos rivalizado, nos hemos alegrado de los éxitos de los demás y hemos demostrado que somos unos luchadores. Sólo puedo deciros que si fuera empresario, os contrataría a todos: por vuestra formación, por vuestra preparación, y por vuestra humanidad. Sois, todos, de lo mejor que me encontrado en mi vida. Así que, Miguel, Vanessa, Lourdes, Inma, Nuria, Judit, Jesús, Rocío, Susana, Arancha y Antonio, mucha suerte, muchas gracias por vuestra amistad, y ojalá dentro de muy poco podáis ejercer de lo que realmente sois: unos magníficos e íntegros profesionales.
No perdáis la esperanza: el futuro os espera. Porque esto es el debe ser, guates. Os quiero, chicos.

jueves, 10 de febrero de 2011

Que no digan ni Mou

Hay que personas que, no se sabe muy bien por qué, parecen como tocadas por una varita mágica: hagan lo que hagan, digan lo que digan, nada por aquí, nada por allá, no pueden pasar desapercibidas. Y por desgracia, no suele tratarse de científicos, médicos, biólogos, escritores o economistas. No. Suele tratarse de personas cuya actividad profesional suele girar, y nunca mejor dicho, en torno a un balón o similar. Y francamente, los contenidos no suelen ser muy profundos, que digamos.
Y sin duda, en este sentido creo que nadie ha tenido en España un protagonismo como el que, desde su llegada al Real Madrid, ha adquirido el portugués Mourinho. No voy a ocultar mi madridismo, mis ya 25 años de socio del equipo blanco, mi admiración por los valores que siempre ha tenido esta entidad y la alegría que me supuso, este verano, su fichaje, aún reconociendo los muchos e importantes errores en que está incurriendo, errores no tanto de fondo como de forma en sus manifestaciones, que no siempre casan con la grandeza y el señorío históricos de la Casa Blanca.
Sin embargo, me parece absolutamente surrealista la trascendencia que, sobre todo desde los medios de comunicación, se le está otorgando a cuanto hace, dice e incluso dicen que piensa. Sin entrar en si tiene o no razón, todo cuanto diga o haga no deja de ser la opinión o acción de un entrenador de fútbol de un equipo de fútbol. Y ya está. Sin más. Y eso, ¿merece páginas enteras en periódicos, minutos en nada menos que telediarios, horas y horas en programas deportivos en televisión, con debates monográficos sobre polémicas suscitadas en torno a él, y no siempre creadas por él? Yo creo que no.
Señores, ¿en qué estamos cayendo? ¿De verdad es tan importante lo que diga Mourinho, sí, vale, el mejor entrenador del mundo, como para darle tanta importancia? ¿Realmente merece tanto espacio si se lleva mal con Valdano, con el presidente, con algunos jugadores, con otros entrenadores o con quien sea?
¿No está ocurriendo un fenómeno parecido al de la prensa del corazón, que lleva años convirtiendo a auténticos memos y mequetrefes en personajes de pacotilla que durante un tiempo se ríen de todo el mundo a base de montajes del todo a cien? Durante un tiempo les llevan a teles, saraos y demás, pagando a toca-teja, cambiando los ladrillos en el bolso por fajos de billetes y a correr hasta la próxima tomadura de pelo.Y luego, al baúl de los recuerdos, que ya hay otro friki catódico. Por favor.
Ya está bien. Dejemos a Mourinho en paz. Ni es tan importante ni tiene tanta importancia lo que dice. Es un e-n-t-r-e-n-a-d-o-r d-e f-u-t-b-o-l. Punto. Ni ha descubierto una vacuna milagrosa, ni ha descubierto el origen del Universo ni va a solucionar el cambio climático. No. Que hable de fútbol, de lo suyo, de su equipo, de su Real Madrid, de sus jugadores, y ya está. Y de lo demás, que le dejen tranquilo; que no le lleven a los altares; que no digan ni Mou.

lunes, 31 de enero de 2011

La edad de oro de la ficción española

En el post de hace dos semanas mostraba mi malestar con la pésima calidad que, en general, había supuesto en el panorama televisivo la aparición de la TDT, dando lugar al nacimiento de la TDBasura. Muchos han sido los amigos que han leído el texto y me han comentado no sólo estar de acuerdo, sino que incluso han optado, lisa y llanamente, por tirar por la calle de en medio y apostar por la TV a la carta a través de Internet. Un gran invento y, sin duda para muchos, el futuro.
No obstante, tampoco quiero que se interpreten mis palabras como una crítica a toda la televisión que se está haciendo en España. Porque lo cierto es que, si eliminamos la basura catódica que inunda nuestras casas, en algunos aspectos la televisión ha tenido una evolución espectacular, y el reciente estreno de la serie “El barco” me sirve de excusa para escribir este post, centrado concretamente en la ficción española, magnífica en general.
 Comienzo acudiendo al túnel del tiempo para volver a mi más tierna infancia, aún con la televisión en blanco y negro y, por fin, el tan ansiado color, cuando todos esperábamos la llegada de la noche para disfrutar de inigualables series norteamericanas  como Las calles de San Francisco, Hawai Cinco 0, Kojak, Colombo, Starsky y Hutch, Los hombres de Harrelson, Hombre rico, hombre pobre; y ya más adelante clásicos como Canción triste de Hill Street, Cheers y tantas y tantas otras.

Sin embargo, las cadenas españolas decidieron que, además de los maravillosos Estudios 1, también podían hacer series. Y las hicieron. Aunque en general, y salvo alguna excepción, parecían cortadas por el mismo rasero: una producción escasa; pobres decorados, exteriores nulos o casi, tramas más bien pobres y efectos especiales inexistentes.
No quiero decir que no hubiera buenas series, ni mucho menos. Sobre todo, aquellas basadas en clásicos de la literatura (Los gozos y las sombras, Fortunata y Jacinta…). Dejándome muchas en el tintero, recuerdo algunas como Curro Romero, Verano Azul, Anillos de oro, Farmacia de Guardia, Periodistas o Siete Vidas, series de distintas épocas y temáticas que, en su momento, marcaron una época y hasta una generación (muchos aún no han superado la muerte de Chanquete J).
Sin embargo, el panorama ha cambiado de forma radical. La primera serie que dejó claro que en España se pueden hacer tan bien como en Estados Unidos fue Policías, que ya en su primer capítulo contenía una buena dosis de efectos especiales que, por lo menos yo, nunca había visto en una serie española. A ello hay que sumar que las tramas eran cada vez más complejas, manteniendo el suspense a lo largo de varios capítulos sin un desenlace claro, manteniendo la intriga semana tras semana. Para mi fue una entrega magnífica de principio a fin.
Sin embargo, el auténtico salto de calidad, el antes y el después en el campo de la ficción española, creo que podemos situarlo en los últimos meses con tres estrenos que me han sorprendido muy gratamente: Hispania, El barco y En tierra de Lobos, más otra serie algo más veterana: Águila Roja.
La primera de ellas, “de romanos” ha finalizado la primera temporada con muy buena audiencia, mientras que la segunda acaba de iniciar su travesía con viento a babor y a toda vela. En ambos casos son series con una producción cara que se nota en una factura impecable. España siempre ha tenido guionistas, actores y directores de primer nivel, pero ha fallado la producción. Y eso ha cambiado. Los combates de Hispania son dignos de muchas películas de Hollywood; y los efectos especiales de El barco son mejores de los que podemos ver en la mayoría de las salas cinematográficas. Están a un grandísimo nivel.
Y en ocasiones, viendo En tierra de Lobos parece que detrás de un olivo va a aparecer la sombra de Clint Eastwood fumando un puro y escupiendo tabaco. En Águila Roja la ambientación es igualmente espectacular, con efectos especiales, exteriores y acción a raudales. Tres series de época y una actual, pero todas ellas con un denominador común: su gran calidad.
Algo está cambiando en la ficción española. Hemos perdido el complejo de inferioridad y no tememos competir con las series norteamericanas. Antes nadie quería coincidir con ellas en parrilla: era una apuesta perdedora. Ahora, sí. Al igual que en el mundo del deporte hemos perdido muchos miedos, muchos complejos, en el de la televisión, en el de la ficción, también. Antes no contábamos; ahora estamos ahí, apostando fuerte y, en muchos casos, venciendo.

Y mientras las productoras y, sobre todo, las cadenas, sigan apostando por la calidad y se siga invirtiendo en ella, seguro que la audiencia seguirá fielmente a una ficción española que, de este modo, podrá seguir viviendo una edad de oro que, esperemos, siga acompañándonos. Así sea.

lunes, 24 de enero de 2011

Predicar con el ejemplo, sus señorías


Los que hayan tenido la paciencia de leer los post de este aún recién nacido blog de poco más de tres semanas de vida, deben tener una idea bastante acertada de lo poco, por no decir nada, que confío en la clase política española. Y así lo afirmo por activa y por pasiva. Creo que, en general, los políticos se han convertido en una clase social llena de privilegios pendiente de sus propios beneficios y de los de aquellos que les son afines y les rodean. Además, el cortoplacismo y la estrechez de miras es lo que prima, haciendo del electoralismo y las medidas populistas, cuesten lo que cuesten al erario público, su santo y seña. Sin colores, ideales, ideologías ni banderas. Interés, y poco más. Todos, más o menos, han sido cortados por el mismo patrón. Y así nos ha ido. Y así nos va.
Sin embargo, en este contexto de, insisto, absolutamente nula confianza en la clase política española, me ha llamado la atención una iniciativa del Partico Popular que, eso sí, veremos si finalmente sale adelante y no queda, como tampoco sería de extrañar, en otra medida electoralista. Me estoy refiriendo, cómo no, a la propuesta de eliminar los privilegios de diputados y senadores, sus señorías, en materia de pensiones.
Hombre, ya era hora de que al menos el tema se ponga encima de la mesa, con luz y taquígrafos, ante el país. Lo curioso es que esto mismo ya se ha venido planteando, como quien no quiere la cosa y de tapadillo desde hace años pero, curiosamente, todos los partidos políticos, PP incluido, se habían mostrado partidarios de mantener unos privilegios que para el resto de la sociedad son, lisa y llanamente, nauseabundos.
Y es que la explicación es muy clara: no se puede estar exigiendo un esfuerzo en algo tan sensible como las pensiones a una sociedad que lo está pasando realmente mal, entre otras cosas por el pésimo trabajo de una pésima clase política que dirige un país lleno de posibilidades, y que al mismo tiempo esa clase política que lleva años sin hacer bien sus deberes, como premio por llevarnos a una crisis de la que vamos a tardar mucho más que otros países en salir y a un coste mucho mayor, tenga unas pensiones de ensueño. No, sus señorías. No es justo. Ni ético. Y ustedes deberían ser los primeros en tenerlo claro, asumirlo y corregirlo.
Ya va siendo hora de terminar con todas, todas las ventajas de sus señorías. Y ya va siendo hora de que sean los propios políticos los que se den cuenta de que así no pueden seguir; que no pueden ni deben vivir de espaldas a la sociedad, que ésta les pide que sean un referente, alguien en quien mirarse, a quien tomar como ejemplo. Un político tiene que representar lo que en el deporte suponen un Nadal, un Fernando Alonso, un Iniesta o un Casillas. Son personas normales que han tenido que luchar desde su infancia para llegar a lo más alto, y una vez ahí, tienen que seguir luchando día a día para mantenerse y llevar con orgullo la bandera de España por todo el mundo. Luego serán unos privilegiados, sí, pero se lo han ganado ellos mismos y nadie, absolutamente nadie, les ha regalado nada.
Pues la sociedad, todos nosotros, tenemos que pensar que el presidente del Gobierno, de nuestra Comunidad, del Ayuntamiento, sea del partido que sea, es alguien que durante cuatro años va a hacer todo lo posible para que vivamos mejor, para solucionar nuestros problemas, para que lleguemos a fin de mes con un trabajo digno y un mañana en el que pensar. Y si no lo consigue, al menos sabremos que ha hecho todo lo que estaba en su mano, pero que no ha podido.
¿Pensamos eso hoy de nuestros políticos? ¿Realmente pensamos que estos 4.100.000 parados que, como decía en un post que titulaba así, suponen ese mismo número de dramas, son la consecuencia de una lucha sin cuartel de la clase política española contra una realidad cruel que les ha vencido? No. Todos sabemos que no. Es el resultado de un Gobierno y una oposición que no han estado a la altura.
Por ello, aplaudo esta iniciativa para eliminar los privilegios en las pensiones de sus señorías, aún a sabiendas de su carácter electoralista. Me da igual. Lo importante es que es el primer paso para bajar a la tierra a una clase social llena de privilegios cuando, en realidad, lo que debería tener son penitencias.
Ahora, lo que hay que ver es si estamos asistiendo a un “antes y un después” o a un “uno más”. Es decir, si este gesto va a servir para que la toda la clase política se de cuenta de que la sociedad les reclama que de ejemplo y, por fin, tome nota, aprenda de sus errores, se quite toda la mugre y se presente ante la sociedad con el cuerpo, la mente y la fachada depuradas. O, por el contrario, que todo quede en un gesto de cara a las elecciones que valga unos minutos en los telediarios y medios de comunicación en general, algunas frases en los mítines diciendo lo buenos que somos y ya está. Sería una pena. La clase política tiene una buena oportunidad para dignificarse.
Y es que nunca es tarde para predicar con el ejemplo, sus señorías.

lunes, 17 de enero de 2011

El “milagro” de la TDBasura

Zapping. Preciosa palabra que a algunos que ya peinamos canas nos recuerda esos tebeos de cuando éramos pequeños (no hace tanto) de los terriblemente malos y divertidos hermanos Zipi y Zape. Zapping. Palabra que esconde esa linda imagen de estar uno cómodamente recostado en el sillón de casa con el mando a distancia en la mano y, con el simple gesto de pulsar levemente con un dedo, cambiar de canal hasta encontrar, poco después, el programa deseado.


Sin embargo, este leve gesto, que ha sustituido la incomodidad que hace no tanto suponía tener que levantarse, acercarse a ese monstruo de televisor de tubo que ocupaba medio salón (impensable que estuviera en otra habitación de la casa) e ir pulsando uno a uno los distintos canales (dos en un principio) hasta dar con aquel que diera ese programa que nos satisficiera, se ha convertido en el mayor aliado de la TDbasura en España. ¡Quien lo iba a decir!
Porque parece mentira que con la cantidad de canales que hoy tenemos en este bendito país, en ocasiones sea tan complicado dar con uno solo que emita un programa/película de relativa calidad. En ocasiones es, simplemente, imposible. Porque no hay. Así de simple. Así de claro. Así de triste.
Y yo, pobre espectador, me pregunto. ¿qué pretenden los propietarios de esos canales? Con semejante oferta, ¿realmente creen que van a fidelizar a una audiencia a base de refritos de fritos que ya están más que quemados, de sinvergüenzas que a base de túnicas de colorines y verborrea engañabobos pretenden decirnos lo que nos va a ocurrir a-no-se-cuantos-euros-el-minuto, productos de teletienda y demás contenidos-bazofia del todo a cien? Quizá durante un tiempo, y a unos pocos incautos, pero no eternamente.



Recuerdo la ilusión que, en mi generación, supusieron hitos como la creación de la segunda cadena de televisión, que la primera emitiera de forma ininterrumpida durante 24 horas, la aparición de las nuevas cadenas (Antena 3, Tele 5 y, en menor medida por ser de pago Canal Plus), y más tarde, las nuevas concesiones y avances tecnológicos que han ido llegando, en muchos casos de la mano, cómo no, de Internet.
Sin embargo, en el caso de la TDT parece que, una vez más, en España no aprendemos y en lugar de innovar, de apostar por nuevos formatos, de intentar cautivar a la audiencia con canales o bloques temáticos, específicos o, al menos, de calidad, apostamos, insisto, por lo fácil, por el todo a cien, por amortizar hasta las últimas consecuencias lo invertido sin importar, lo más mínimo, la verdadera razón de ser de un canal de televisión: la audiencia, pues sin ella, no habrá nada. No habrá negocio y dejará de existir.
¿Zapping? Si seguimos así, las consultas de los médicos van a llenarse en los próximos años por las molestias de aquellas personas que pasen largas horas delante del televisor dándole a la tecla de su mando a distancia. Porque o cambian mucho las cosas o los próximos canales, salvo honrosas excepciones, que las hay, seguirán teniendo una calidad como en la actualidad: baja o nula.
La realidad es terca y no permite que seamos muy optimistas en el bonito mundo de la televisión. Porque al igual que hace miles de años ocurriera con los panes y los peces, que en un milagro universal se multiplicaron para alimentar a los necesitados, parece que hoy en día asistimos a un nuevo no milagro, el de la multiplicación de la TDBasura. Que el señor (catódico) nos asista. Amén.

domingo, 9 de enero de 2011

No enterremos a los medios … aún

Cuando hace más de un siglo apareció el cine mudo, fueron muchas las voces que se alzaron pregonando la inminente muerte del teatro. No fue así. Cuando el cine mudo dio paso al sonoro, y éste, para colmo, toma vida con un color tan vivo como, por ejemplo, el de joyas irrepetibles como “Lo que el viento se llevó”, el número de agoreros que enterraban al pobre teatro eran legión. Se equivocaban también.

Luego, llegó el turno de la televisión, y claro, ésta iba a acabar con la radio, el cine y, como no, el ya moribundo teatro. Y tampoco. Luego, con el video, el cine iba a tener los días contados. Pues no. Y ahora, ya comenzada la segunda década del Siglo XXI, nos encontramos con un cine de un realismo sin igual, en 3D, sonido surround, mega-no-se-que y sin-se-no-se-cuantos, y aún sigue habiendo agoreros que, ciento y pico años más tarde, siguen hablando del fin del teatro. Total, que este pobre arte escénico lleva muriendo más de cien años con una salud de hierro. Y si no, que se lo digan a los musicales de Madrid o Barcelona, por ejemplo.
Y tú, querido lector, te preguntarás, ¿a qué viene esta disertación sobre la no muerte del teatro? Muy simple. Porque el que escribe, es decir, yo (lo siento, pero no me gusta escribir en tercera persona), estoy ya un poco harto de los gurús que, día sí día también, nos intentan convencer de que a formatos “clásicos” como la prensa escrita o los libros, como hace cien años el teatro, le quedan poco más o menos que dos días. Y ello debido a que el fenómeno Internet/multimedia se impone en una progresión geométrica imparable que canibaliza los medios de comunicación tradicionales.


Veamos. Es indudable que Internet puede ser, y desde mi modesto punto de vista es, una revolución como en su día lo fue la imprenta, con la diferencia de que la evolución que está suponiendo es infinitamente superior, imparable e impagable. Cada vez son más y más completos los valores añadidos que, hoy en día, podemos encontrar en Internet y que se pueden resumir en tres conceptos: contenidos totales, multimedia e inmediatez.
Sin embargo, hay dos factores que estos gurús no pueden ni deben olvidar. En primer lugar, que Internet sigue siendo un canal que no ha hecho más que dar sus primeros pasos, y si en estos primeros pasos el “todo gratis” predomina, dentro de unos años seguramente dejará de ser así. Cuando se tenga que pagar por todos los contenidos que, durante años, hemos recibido gratuitamente, ya veremos qué ocurre. En España ya hemos asistido a alguna experiencia en este sentido, y los resultados no han sido muy optimistas que digamos para los que han apostado por la vía del pago por uso. Aunque al final, sin duda, se optará por esta vía en una gran medida.

Y en segundo lugar, no podemos olvidar  que aún son muchos millones las personas acostumbradas a comprar sus periódicos, sus revistas, sus libros, y que no van a estar dispuestas a dar el paso que las nuevas generaciones ya han dado. O mejor dicho, ni han tenido que dar, pues se están criando directamente en la cultura del mp3 y el www. Internet no sólo no les da miedo a los jóvenes, sino que es su gran aliado. El miedo, quizá, lo tenemos los padres y abuelos de esa generación www.
Por ello, no cometamos el mismo error que esos agoreros que, hace más de cien años, enterraron el teatro. Está claro que estamos asistiendo a una revolución en el mundo de los medios de comunicación, y que los próximos años van a ser un desafío para fabricantes y consumidores, para creadores de contenidos y lectores. Pero no tengamos prisa. Del mismo modo que han convivido el teatro, el cine, la radio y la televisión, dejemos que lo hagan los medios impresos y los cibernéticos.


Si hace 15 años pocos podían creer en una realidad como la que hoy tenemos con la telefonía móvil, ¿qué no va a ocurrir con los medios de comunicación a través de Internet o para el propio móvil? Pero no nos privemos antes de tiempo de ese placer de viajar en autobús, metro, tren o avión pasando las páginas de un buen libro o una revista. O de esa maravillosa sensación de disfrutar un domingo cualquiera con la pausada lectura de un dominical lleno de profundos y completos contenidos que, entre semana, no tenemos tiempo de leer.
Sí, la evolución es imparable, la tecnología se impone y el mañana nos deparará, sin duda, unos gadget increíbles que nos harán disfrutar de nuevas dimensiones en el mundo de la comunicación. Pero no matemos aún al papel, a la tinta, al encanto de la imprenta. Tengamos paciencia. No enterremos a los medios… aún.

jueves, 6 de enero de 2011

Queridos Reyes Magos

Antes que nada, muchas gracias por todos los regalos que nos habéis dejado en casa esta noche. Debemos haber sido buenísimos, porque la verdad es que nos hemos encontrado mucho más de lo que esperábamos. Claro, con un panorama tan negro, pues pensábamos que la crisis también habría llegado al lejano Oriente. Y hombre, no ha sido como otros años, pero la verdad es que ha estado francamente bien. Todos estamos contentísimos, los cuatro. Así que muchas gracias a los tres y a vuestros pajes.

Pero la verdad es que vemos la cosa tan negra, tan negra, y la solución tan complicada tan complicada, que al final, cuando ya hemos abierto todos los regalos, compartido alegrías y descansado de tantas ilusiones acumuladas tras una larga Navidad que llega a su fin, nos hemos sentado a charlar, tranquilamente, de lo que se nos viene encima, y las consecuencias han sido dos. Uno: los pelos, como escarpias. A los cuatro. Menuda pinta se nos ha puesto. Y dos: hemos decidido empezar ya mismo a escribir la próxima Carta a los Reyes Magos, pues vais a tener tanto trabajo, y lo vais a tener tan difícil, que más vale no dejarlo para el final, como cada año, para que podáis comenzar a rebuscar por-donde-sea-hasta-encontrar-lo-que-pedimos. Y no lo vais a tener fácil, nada fácil, no señor.
Porque hemos decidido, los cuatro y por unanimidad, que no vamos a pedir muñecas o juguetes (la peque), libros o ropa (la mayor), una joyita o ropa (la jefa) o un libro (este menda); no. Este año os pedimos cosas que son realmente necesarias para todo un país, no sólo para nosotros, que también, sino para toda una sociedad que necesita que la magia se haga realidad y convierta el paro en trabajo; el terrorismo en paz; el hambre en comida; el desengaño en confianza; el espejismo en ilusión; el sueño en realidad... Y hombre, si no es mucho pedir, que Alonso gane otra vez el Mundial, que lo de este año ha sido muy fuerte.
Así que: Queridos Reyes Magos…

miércoles, 5 de enero de 2011

4.100.000

Una cifra bonita. Que suena bien. Redonda. Cuatro millones cien mil. Si fuera el Gordo del Sorteo de Navidad, hay que reconocer que sería un número redondo. Cuatro millones cien mil; tres milloneees de euuroooooos. La pena es que este bonito, redondo, musical número no es el Gordo, ni esconde ningún premio. Detrás de esta maléfica cifra se esconden cientos de miles de dramas en forma de personas que, cada día, tienen que hacer frente a una dura jornada no de duro trabajo, sino de dura y, normalmente, infructuosa búsqueda de trabajo. Porque el paro es, sin duda, mucho peor que el peor de los trabajos.

Sin embargo, no nos engañemos. 4.100.000 parados no es una cifra real; no lo puede ser. Si así fuera, y teniendo en cuenta la población activa actual, la toma de la Bastilla sería un juego de niños en comparación con lo que se estaría viviendo en nuestras calles. España es un país con una profunda cultura de economía sumergida que permite la supervivencia a cientos de miles de familias que, eso sí, no dejan de engrosar las millonarias cifras del paro. La picaresca española, ya se sabe.
De lo contrario, la revolución estaría en las calles, sin importar la ideología, el color ni el partido de los que nos gobernaran. El hambre puede más que la política, y más en una situación como la actual, en la que la gente normal, de la calle, está cada vez más harta de una nueva clase social que parece vivir ajena a las penurias del resto de la sociedad: la clase política. Si la sociedad tiene que apretarse el cinturón, llámese en forma de jubilaciones a los 67 años o mayores dificultades para cobrar las merecidas pensiones tras toda una vida trabajando, entre otras, los políticos seguirán teniendo, de por vida, unos beneficios que, si tuvieran un mínimo de decencia política, social o moral, eliminarían de inmediato. Pero claro, eso no va a suceder.
¿Quien se va a atrever a quitar un beneficio del que él mismo y todos los que le rodean se van a beneficiar dentro de unos años? Hoy estoy en la oposición, pero cuando mañana esté en el Gobierno, ¿qúe? ¿Voy a ser yo el “listo” que renuncie a lo que los demás han estado haciendo durante todos estos años, y que encima los que me apoyan se me echen encima? Me callo la boca, a seguir desviando la atención con los controladores, la jubilación a los 67 años u otra cosa que se nos ocurra, y todos tan contentos.
¿Resultado? 4.100.000 parados. Cuatro millones cien mil dramas que, por desgracia, van a ser más, muchos más, en los próximos meses. Porque los que están no saben cómo solucionar este problema, y los que vendrán, tampoco. Una pena que sonando tan bien, esta cifra tan redonda, tan musical, esconda tantos dramas. 4.100.000.

domingo, 2 de enero de 2011

¿2011? No esta vez

Acaba de terminar un año y comienza un nuevo 2011 que, esperemos, sea mejor que un ya difunto 2010 que, salvo en un brillante como nunca deporte, aunque alguna decepción nos ha deparado (léase Fernando Alonso-Ferrari u Operación Galgo, entre otras), pocas alegrías nos ha traído.

Inmersos en una crisis económica, política social y hasta de valores cuya salida, en España, no parece fácil ni, desde luego, rápida, nos esperan unos años de ajuste que no van a resultar nada sencillos para un país acostumbrado a vivir muy por encima de sus posibilidades. Sin serlo, hemos vivido como nuevos ricos.

Con una clase política lamentable a todos los niveles que no ha sabido maximizar las millonarias ayudas de una Unión Europea "generosa" que debería haber permitido crear una industria y una fortaleza económica que nos facilitara afrontar una crisis como la actual, lo tenemos realmente complicado. Por el contrario, Alemania, que hace dos días tuvo que hacer frente a un reto económico, político y social tan gigantesco como el de la reunificación, cuando apenas vislumbraba esta crisis comenzó a adoptar medidas de estado consensuadas por toda una clase política responsable que le ha permitido comenzar a salir del túnel de la crisis mucho antes que otros estados, entre ellos, por supuesto, España.

Y es que en nuestra querida piel de toro, con una absurda, corrupta y patética clase política incapaz de llegar a acuerdos de Estado por un cortoplacismo que parece llevar en sus genes, ni siquiera se vislumbra la salida a la crisis. Tanto en el gobierno como en la oposición hay una falta de confianza y liderazgo indiscutible, y las medidas se están tomando tarde, mal y nunca; como siempre, a la española.

¿Será 2011 mejor que 2010? Por el bien de todos, por el bien del país, esperemos que sí, pero ni los indicadores, ni la confianza en la clase política ni el sentido común del que escribe estas líneas permite que seamos muy optimistas. Demos un voto de confianza pero, francamente, no estoy en condiciones de apostarme nada, pese a ser optimista por naturaleza, como bien saben mis muchos amigos. No, por desgracia, no me apuesto nada. No esta vez. PP.

sábado, 1 de enero de 2011

¿Por qué, Miqwerty?

Porque quiero dar a conocer a todo aquel que le interese mi punto de vista no sólo del mundo de la Comunicación, sino de aquello que en un momento dado me interese. Tecnología, Economía, Sociedad, Deporte, Política, Gastronomía, Literatura, Cine... todo tendrá cabida en Miqwerty; en mi blog, en tu, vuestro blog.

Quizá sólo estoy escribiendo para mi, o para mi y para ti, no lo se; y no me importa; sólo se que desde este espacio quiero dar a conocer a todo aquel que le interese mi visión de lo que ocurre en el mundo, para que unos lo aprueben, otros lo rechacen pero, sobre todo, a nadie le deje indiferente.

He sido, soy y quiero seguir siendo periodista; llevo toda la vida escribiendo, y eso quiero seguir haciendo hasta el fin de mis días, ya sean artículos, notas de prensa, guiones, entradas en un blog o ideas en una servilleta para plasmar en un libro que quizá algún día se publique. No se, me da igual. Pero quiero escribir, escribir y escribir. Y si ahí fuera hay alguien a quien pueda interesar algo de lo que escriba, para esa persona, ti, son estas líneas, que salen directamente de mi alma, de mi alma de escritor/periodista.

Hoy, en un blog aún sin maquetar, empiezo a escribir porque no quiero perder ni un minuto. Quiero arrancar desde ya. Hoy sale a la luz un número 0 de Miquerty que, espero, te/os interese. Si no es así, te/os pido disculpas. No era mi intención haceros perder el tiempo. Pero seguro que no es así. En todo caso: Bienvenidos a este vuestro espacio. PP.