lunes, 31 de enero de 2011

La edad de oro de la ficción española

En el post de hace dos semanas mostraba mi malestar con la pésima calidad que, en general, había supuesto en el panorama televisivo la aparición de la TDT, dando lugar al nacimiento de la TDBasura. Muchos han sido los amigos que han leído el texto y me han comentado no sólo estar de acuerdo, sino que incluso han optado, lisa y llanamente, por tirar por la calle de en medio y apostar por la TV a la carta a través de Internet. Un gran invento y, sin duda para muchos, el futuro.
No obstante, tampoco quiero que se interpreten mis palabras como una crítica a toda la televisión que se está haciendo en España. Porque lo cierto es que, si eliminamos la basura catódica que inunda nuestras casas, en algunos aspectos la televisión ha tenido una evolución espectacular, y el reciente estreno de la serie “El barco” me sirve de excusa para escribir este post, centrado concretamente en la ficción española, magnífica en general.
 Comienzo acudiendo al túnel del tiempo para volver a mi más tierna infancia, aún con la televisión en blanco y negro y, por fin, el tan ansiado color, cuando todos esperábamos la llegada de la noche para disfrutar de inigualables series norteamericanas  como Las calles de San Francisco, Hawai Cinco 0, Kojak, Colombo, Starsky y Hutch, Los hombres de Harrelson, Hombre rico, hombre pobre; y ya más adelante clásicos como Canción triste de Hill Street, Cheers y tantas y tantas otras.

Sin embargo, las cadenas españolas decidieron que, además de los maravillosos Estudios 1, también podían hacer series. Y las hicieron. Aunque en general, y salvo alguna excepción, parecían cortadas por el mismo rasero: una producción escasa; pobres decorados, exteriores nulos o casi, tramas más bien pobres y efectos especiales inexistentes.
No quiero decir que no hubiera buenas series, ni mucho menos. Sobre todo, aquellas basadas en clásicos de la literatura (Los gozos y las sombras, Fortunata y Jacinta…). Dejándome muchas en el tintero, recuerdo algunas como Curro Romero, Verano Azul, Anillos de oro, Farmacia de Guardia, Periodistas o Siete Vidas, series de distintas épocas y temáticas que, en su momento, marcaron una época y hasta una generación (muchos aún no han superado la muerte de Chanquete J).
Sin embargo, el panorama ha cambiado de forma radical. La primera serie que dejó claro que en España se pueden hacer tan bien como en Estados Unidos fue Policías, que ya en su primer capítulo contenía una buena dosis de efectos especiales que, por lo menos yo, nunca había visto en una serie española. A ello hay que sumar que las tramas eran cada vez más complejas, manteniendo el suspense a lo largo de varios capítulos sin un desenlace claro, manteniendo la intriga semana tras semana. Para mi fue una entrega magnífica de principio a fin.
Sin embargo, el auténtico salto de calidad, el antes y el después en el campo de la ficción española, creo que podemos situarlo en los últimos meses con tres estrenos que me han sorprendido muy gratamente: Hispania, El barco y En tierra de Lobos, más otra serie algo más veterana: Águila Roja.
La primera de ellas, “de romanos” ha finalizado la primera temporada con muy buena audiencia, mientras que la segunda acaba de iniciar su travesía con viento a babor y a toda vela. En ambos casos son series con una producción cara que se nota en una factura impecable. España siempre ha tenido guionistas, actores y directores de primer nivel, pero ha fallado la producción. Y eso ha cambiado. Los combates de Hispania son dignos de muchas películas de Hollywood; y los efectos especiales de El barco son mejores de los que podemos ver en la mayoría de las salas cinematográficas. Están a un grandísimo nivel.
Y en ocasiones, viendo En tierra de Lobos parece que detrás de un olivo va a aparecer la sombra de Clint Eastwood fumando un puro y escupiendo tabaco. En Águila Roja la ambientación es igualmente espectacular, con efectos especiales, exteriores y acción a raudales. Tres series de época y una actual, pero todas ellas con un denominador común: su gran calidad.
Algo está cambiando en la ficción española. Hemos perdido el complejo de inferioridad y no tememos competir con las series norteamericanas. Antes nadie quería coincidir con ellas en parrilla: era una apuesta perdedora. Ahora, sí. Al igual que en el mundo del deporte hemos perdido muchos miedos, muchos complejos, en el de la televisión, en el de la ficción, también. Antes no contábamos; ahora estamos ahí, apostando fuerte y, en muchos casos, venciendo.

Y mientras las productoras y, sobre todo, las cadenas, sigan apostando por la calidad y se siga invirtiendo en ella, seguro que la audiencia seguirá fielmente a una ficción española que, de este modo, podrá seguir viviendo una edad de oro que, esperemos, siga acompañándonos. Así sea.

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